En el prólogo a la segunda edición de La filosofía de Michel Foucault expresa que nada conmovió tanto su vida profesional como haber recorrido los apasionantes caminos abiertos por este pensador, ¿cuáles fueron los alcances de esa conmoción?
Desde que me recibí de profesora de filosofía empecé a escuchar de algunos alumnos inteligentes –no de muchos por supuesto- la siguiente pregunta: ¿profesora si es que le sirvió, le sirvió para algo de la vida estudiar filosofía? La primera vez que me hicieron esa pregunta me descolocaron porque no me la había planteado. Si uno estudia odontología sabe que es para ganarse la vida –por un lado– y para que la gente sufra menos con las prácticas que uno le hace; pero si uno estudia historia del arte, filosofía o cualquier humanismo no se plantea la utilidad, uno lo hace porque le gusta aún a costa de saber que puede pasarla muy mal económicamente, etc. Agradezco esa pregunta de los alumnos porque empecé a reflexionar sobre el tema y me di cuenta que si de algo no me arrepiento (porque me arrepiento de muchas cosas que hice en la vida) es justamente de haber estudiado filosofía. Fui tomando conciencia, a partir de esas preguntas, de que a la filosofía la he tomado como un estado de vida, no como una profesión. Vuelvo al ejemplo del dentista, este profesional cierra el consultorio y deja de ser dentista, no va a estar todo el día pensando en los dientes, evidentemente se dedica a otras cosas. En cambio esta, profesión que significa tratar de pasar la realidad por el pensamiento o interpretar toda la realidad a partir de los conceptos es –por lo menos en mi caso– de veinticuatro horas. Todos los acontecimientos, todo lo que sucede en mi vida yo no puedo sino pasarlo por el concepto y al decir esto me refiero a pensar qué diría Kant de esto, qué diría Foucault, qué diría Hegel, aunque no me lo pregunte así tan escolarmente siempre está el referente de algún filósofo que me ayuda a pensar cosas de la vida cotidiana, de la vida política, etc. Pero aún con esta certeza que empecé a tener después de esta interrogación por parte de los alumnos yo sentía que había todavía una distancia entre la teoría y la aplicación que quería llevar de ella a la práctica. Mientras estudiaba Hegel pensaba, como es posible que con un vuelo filosófico tan enorme como el que tiene él (junto con Platón deben ser los filósofos de mayor vuelo teórico que hemos tenido en Occidente) yo no pueda instrumentar su pensamiento en la vida cotidiana. Cuando tuve que empezar a estudiar a Foucault por razones profesionales porque estaba en una cátedra donde el titular pedía que lo leyéramos, me encontré con que cada mañana cuando leía el diario empezaba a comprender lo que leía a partir de lo que decía Foucault.
¿Los filósofos bajos han existido en otros períodos o tienen que ver con determinado momento histórico?
Sí, existieron, lo que sucede es que siempre fueron rechazados, incluso no sabemos cuántos puede haber habido así como no sabemos cuántas filósofas hubo porque como nunca tuvieron el poder, los escritos que quedaron son los de los ganadores; como en las guerras la historia la escribe el que la gana. Remitámonos a los orígenes de la filosofía, Grecia desde el siglo VII al V a.C., hubo filósofos bajos entre los que se encuentran los estoicos que son un poco más cercanos a nosotros, pero ya hubo discípulos de Sócrates que eran estoicos. Los más conocidos son los del Imperio Romano, por ejemplo Lucio Séneca. En los manuales de filosofía muy tradicionales les dicen filósofos menores lo cual sí es despectivo, no es lo mismo decir bajos que menores. Decir bajos alude a estar con los pies en la tierra mientras que decir menores es decir que tienen poco nivel ¿y por qué la filosofía oficial les dice filósofos menores? Justamente porque se ocupan de cosas terrenas tales como: ¿Qué dieta me conviene seguir para sentirme mejor conmigo mismo y con los otros? ¿De que manera debo practicar mi sexualidad como para que realmente sea un placer y no dañe a los demás y sea un adorno en mi vida, no una carga ni un peso, ni un pecado?, ¿Cómo tengo que llevar adelante la amistad para que sea duradera? Son filósofos que tratan de aplicar su filosofía, en cambio los filósofos altos, como Kant, hasta piden perdón cuando dan un ejemplo, porque se supone que tendrían que trabajar solamente con el concepto.
Uno se podría preguntar por qué triunfan más los filósofos altos y es porque no molestan a nadie. Si se está hablando de un espíritu del mundo “con mayúsculas” que está en un lugar al que nadie puede acceder, como Platón por ejemplo, acá abajo se puede hacer lo que fuere y ningún filósofo se va a indignar. En cambio, si se está hablando de los excluidos de la tierra como Foucault que se ocupa concretamente del malestar en las cárceles, de los homosexuales, de la locura, de la exclusión de las mujeres, en fin de todos los que somos minorías respecto del poder eso sí joroba, eso sí embroma. Por ejemplo, durante la época del Proceso Militar en la Argentina hubo grupos filosóficos que –de ninguna manera estoy diciendo que fueron colaboradores, para nada, al contrario más bien era gente de izquierda– no fueron molestados porque se dedicaban a hacer filosofía de la ciencia pero sin relación con lo político social. Por esta razón no fueron molestados en tanto filósofos; algunos sí fueron perseguidos –incluso desaparecidos– pero por su militancia o su posición política. No fueron molestados en tanto esta es una filosofía que no perturba al poder.
En cambio una filosofía como la que humildemente intento llevar adelante es no sólo teoría (por sobre todas las cosas reivindico la filosofía como teoría sobre la realidad) sino que tiene aspiraciones militantes, pero no de partido ni de movimientos políticos ni de ideologías establecidas, sino militante micropolíticamente, microfísicamente. Desde los lugares donde estamos –en mi caso, el aula– tratar de hacer cobrar conciencia de que se podrían cambiar las cosas si quisiéramos, ya no a nivel universal como creía en los años ‘60 cuando tenía veinte años y pensaba que la revolución estaba a la vuelta de la esquina, pero sí en los lugares de trabajo, de reunión, en nuestras instituciones, en los espacios en los que cada quien circula. Autores como Foucault son los que nos dan el pie porque ellos mismos lo han hecho, también él fue militante en este sentido. El problema de este tipo de militancia, como en cualquier militancia, es cuando te enamorás del poder. Cuando esto sucede se entra automáticamente en el mismo esquema de poder que se estaba criticando y voy a dar un ejemplo muy irritativo. Es el caso de las Madres de Plaza de Mayo. Cuando las Madres de Plaza de Mayo comenzaron a hacer su militancia hicieron una militancia micropolítica en el sentido profundísimo del tema, a punto tal que muchas de ellas perdieron la vida por ello. Ellas tenían un problema espantoso, como tantos argentinos, pero se atrevieron –como no nos atrevimos otros– a poner la cara e ir una vez por semana a dar una vuelta frente a los mismos represores, torturadores y asesinos de sus hijos. Ahí hicieron una militancia totalmente micropolítica, microfísica y consiguieron varias cosas porque al tener una actitud tan valiente esto traspasó los límites de la Argentina, empezó a conocerse en el mundo y las instituciones de derechos humanos empezaron a hacerse cargo. Muchos de los cambios que comenzaron a producirse hasta la llegada de la democracia se lo tenemos que agradecer a esta militancia micropolítica o microfísica. Pero hoy después de treinta años ¿es auténtico seguir manteniendo el mismo discurso y el mismo poder y no querer nunca dejarlo ni siquiera democráticamente rotándose quienes las manejan? ¿Se dan cuenta de cómo hubo un enamoramiento del poder? Por supuesto que no estoy en contra del discurso de estas personas, obviamente prefiero este discurso al de María Julia Alsogaray.
El enamoramiento por el poder se podría pensar como algo a lo que el ser humano tiende y ha tendido (lo acompaña y lo ha acompañado) a lo largo de toda la historia de la humanidad.
A usted que es psicoanalista qué le voy a hablar de amor. Pensemos en el tema de Edipo. Todo absolutamente fue una historia de poder, primero Layo quien decía que esa criaturita que recién había venido al mundo, que no sabía bastarse a sí mismo le iba a sacar el poder. Y claro que le iba a sacar el poder, a todos los padres del mundo nos pasa lo mismo, si nos sobreviven nuestros hijos finalmente se van a quedar con el poder nuestro. Lo que Deleuze y Guattari le critican a Freud es por qué considerar neurótico a Edipo, a lo que hay que apuntar es a que Layo es paranoico. Como será de paranoico que piensa que esta criaturita le va a sacar la mujer y se va a acostar en su cama (para hacerlo más claro en relación al ejemplo que quiero dar) y le va a sacar el poder. Todas las criaturitas del mundo, si hacen una vida normal, van a llegar a eso, a ocupar los lugares de sus padres y a tener el poder de ellos. Es tanta la desesperación de Layo por no perder el poder que manda a matar a su propio hijo. Y hay algo más, Yocasta es cómplice en esto, porque le mandan matar a su hijo y ella no se mata por eso; sin embargo, cuando pierde el poder porque se sabe todo se mata. En el fondo la historia de Edipo es la historia del poder y la verdad. Primero en el caso de sus padres y luego en él mismo, fue toda una historia de luchar por el poder. Se podría plantear que también hay una historia de sexo y bien, el sexo es el arma más poderosa que tenemos para aplicar poder.
En Buenos Aires, un mirada filosófica describe como los mecanismos de control y represión acrecientan el deseo y generan la búsqueda de nuevos caminos para la satisfacción. Esto lo ubica como un plus que se obtendría de los efectos de la represión, ¿Cuáles son los avatares que seguiría en nuestra época este beneficio cuando (por lo menos en apariencia) no habría tal represión, en el sentido moral, del deseo?
El ejemplo es muy claro con lo moral porque durante la época victoriana se reprimió tanto el deseo que se produjo mucho más deseo. Se habla de la figura del amante latino, que de todos los hombres del universo es el más apasionado (desgraciadamente no los probé a todos pero es lo que se dice) y supongamos que es cierto, que los latinos sean realmente los más apasionados desde el punto de vista sexual. ¿No será justamente porque la religión católica es la única religión que se ocupó hasta las últimas consecuencias de reprimir el sexo? ¿Hasta qué punto el latino que es católico (latino y católico casi vienen juntos) es apasionado y el sajón no? Las religiones protestantes (si bien hay algunas que son muy puritanas) no se han metido con la meticulosidad que lo ha hecho el cristianismo con el deseo del otro. San Agustín, para citar un ejemplo, tenía más de ochenta años y todavía se torturaba pensando si ese amor que sentía por un compañero suyo cuando era adolescente era un amor de Dios, un amor verdadero o era un amor de Diablo, un amor que tenía que ver con la atracción sexual. Tenía ochenta años y se preocupaba por algo que había sucedido en la adolescencia.
Era muy importante el compañerito.
Si, fue muy importante y el tema de la confesión católica tiene que ver con estar continuamente desmenuzando el deseo, eso forzosamente produce más deseo. El pobre viejo tenía más de ochenta años y todavía se perseguía porque tenía poluciones nocturnas, se sentía culpable por eso, culpable hasta de lo que no hacía concientemente. Yo soy de familia católica, tomé la primera comunión, incluso fui monja de clausura durante un breve tiempo. Puedo contar (no sé como son ahora) como eran los catecismos antes del Concilio Vaticano. Había una serie de preguntas que se le hacían aún a una nenita de siete años que se estaba preparando para su primera comunión y que como en mi caso ni siquiera conocía otros a varones en su casa (a excepción de su papá) de la edad de uno que pudieran permitir haber visto alguna vez desnudo a un chico o tener idea de lo que era un cuerpo masculino (yo lo ignoré hasta que fui grande, lo ignoré absolutamente). En el catecismo que teníamos que aprender para tomar la primera comunión se podían leer preguntas tales como: ¿hizo cosas malas? En esa edad por las pocas cosas que pescan los chicos “hizo cosas malas” inmediatamente se identifica con el sexo a pesar de que todavía no existía la televisión. Hasta ahí estaría más o menos bien pero después venía la segunda pregunta: ¿Con hombre? Que en mi caso me escandalizaba un poco porque siendo una nena como iba a estar con hombres, pero se podía pensar que algún día esa nena iba a ser grande. Luego preguntaba: “¿Con mujeres?” Entonces te hacían dar la idea, ¡quiere decir que una mujer también puede con mujeres! Y después venía la tercera pregunta que hay gente que no me lo quiere creer –lástima que no guardé esos catecismos–: “¿con animales?” En una criatura esto hace que desde ese día empiece a mirar con cariño al perrito. El mismo discurso que aparentemente reprime está produciendo deseo. A eso llamo, siguiendo a Foucault, plus. Incluso esa idea de plus la tomo de una idea de Hegel que él llama astucia de la razón. Él piensa en la razón histórica, sería una razón con mayúsculas, la razón absoluta, la razón que maneja el mundo. Y dice que hay una astucia de la razón. Que la razón es tan astuta que hay personas que hacen cosas por los otros pero no porque realmente les interesen los otros sino por vanidad, por interés personal . Él estaba pensando en Napoleón. Quizás Napoleón no tenía un cariño tremendo por la humanidad, a lo mejor lo que quería era ser adorado y tener mucho poder, muchas mujeres, etc. pero la razón es tan astuta que se valió de este hombrecito para desparramar los ideales de la Revolución Francesa por todo Occidente. Esa es la astucia de la razón, ese es el plus. Nosotros no sabemos si Napoleón lo hizo por aspiración personal o porque realmente amaba a la humanidad. Sin embargo sabemos seguro que él, sus tropas y sus escritos llevaron los ideales de una revolución que terminó con un viejo régimen muy injusto al difundir la idea en todo Occidente de que todos los seres humanos somos iguales ante la ley.
Esther Díaz es Doctora en Filosofía por la UBA; Directora de la Maestría en Metodología de la Investigación Científica de la Universidad Nacional de Lanús; y autora de varias publicaciones nacionales e internacionales; últimos títulos: L´Esprit de Buenos Aires, una ville y ses dèmons, Posmodernidad, La posciencia, y La filosofía de Michel Foucault.
La versión completa de esta entrevista en www.elsigma.com |